top of page

El “Gaucho Araña”: cuando la tradición se vuelve superpoder

  • Foto del escritor: Raices Sonoras
    Raices Sonoras
  • hace 6 días
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: hace 4 días

De Misiones a Buenos Aires, la entrevista a un artista urbano que logra conectar a las nuevas generaciones con las raíces argentinas.


Arte conceptual del Hombre Araña sin autor identificado, recuperado de Pinterest.
Arte conceptual del Hombre Araña sin autor identificado, recuperado de Pinterest.

Estaba saliendo de un concierto de folklore en el Parque Lezama cuando decidí dar una vuelta por la feria que ocurre allí todos los domingos. El sol ya caía y me apuré porque el frío me echaba. Caminé en dirección a la parada de colectivo, pero un sonido, un ritmo profundo, me detuvo. Empecé a buscar su origen, aunque se apagaba de repente, lo que dificultaba ubicarlo. En un momento, empezó a sonar de forma constante y con más fuerza.


El aire traía un perfume a pasto húmedo y garrapiñada caliente. Justo en esa dirección el sonido se acrecentaba; caminé siguiendo mis sentidos. Fue ahí cuando, detrás de un puesto de discos y vinilos de tango, encontré la escena. Una chica de cabello negro sostenía un bombo, un hombre vestido de gaucho marcaba el ritmo, y, en el centro, la figura que protagonizaba el hecho: un Spiderman criollo, también vestido de gaucho, que giraba con el poncho en la mano.


El hombre se movía como si el suelo lo empujara hacia el aire. Su cuerpo desafiaba la gravedad en cada salto, y su zapateo seco retumbaba en los adoquines como un latido ancestral. El show era atendido por una audiencia de niños que miraban a los artistas con mucha ilusión y admiración. Con poncho al viento, bombo en mano y una mirada que no se deja ver, el “Gaucho Araña” era realmente un superhéroe a los ojos de los niños.


Después del show, se acercó a saludar a su público con humildad. Hablamos. Su voz, suave y con acento misionero, salía desde detrás del antifaz. No era porteño, supe entonces. Me contó que había llegado hacía apenas un mes a Buenos Aires. Y sin embargo, ya parecía parte del paisaje. Me dijo algo que repitió seguido: “Dios está en todos lados, pero atiende en Buenos Aires”. Se lanzó a la city porteña buscando una oportunidad.


Rubén -así se llama el hombre detrás del personaje- no ve al Gaucho Araña como un mero entretenimiento para niños. Lo construyó con sentido. Tomó la figura del superhéroe, la mezcló con la tradición, y creó un nuevo símbolo: un Spiderman que no trepa rascacielos, sino que baila por las calles de Caminito. “Este personaje me permite exponenciar mis habilidades, ese es mi superpoder”, me dijo con orgullo.


Conversando, dejó entrever su perspectiva del mundo. “El arte transforma los problemas”, comentó, y me llevó a pensar una analogía con la alquimia. Como el barro se convierte en oro, él transforma un lugar corriente en un espacio entre el presente y el pasado, donde lo actual se mezcla con la tradición. Y lo hace de forma auténtica, desde el corazón, no desde el ego. Cree que para que todo funcione debe hacerse desde el amor, con fe de que Dios nos guía.


Me contó que a veces las madres se le acercan con los ojos brillosos. Le dicen que sus hijos ahora quieren aprender malambo, que sueñan con tocar el bombo o ponerse a zapatear. Sonríe detrás de la máscara cuando lo cuenta. Saber que inspira a los chicos hace que todo valga la pena. Busca despertar esa chispa que todos llevamos dentro. Algunos tienen la suerte de sentirla desde chicos, pero para eso -dice convencido- es necesario exponerse al arte. Ser el responsable de eso es, para él, su mayor recompensa.


Y ahí está su verdadero poder. En un mundo donde muchas veces se cree que las nuevas generaciones están “perdidas” por estar alejadas del folklore, él demuestra lo contrario. Su personaje logra algo valioso y poco común: encender el interés por nuestra tradición desde la infancia. Que un niño de ocho años quiera aprender malambo después de ver a un superhéroe zapatear, y que pida un poncho en vez de una capa, es la prueba de que nuestras raíces pueden hablar en lenguajes nuevos, sin perder el alma.


Comments


bottom of page